viernes, 30 de diciembre de 2016

CONVERSACIONES CON MI BLOG (otra más)



Hola, blog.
Hola, Pedro. ¿Cómo lo llevas?
Así, así.
Hacía tiempo que no venías por aquí. La semana pasada te estuve esperando hasta última hora, pero no viniste. ¿Pasó algo?
Las fiestas; ya sabes.
Pues no. No sé. ¿Qué ocurre? No me irás a decir que tú también eres uno de esos especímenes que odian la Navidad...
Odiar, lo que se dice odiar, pues no. No odio la Navidad. Digamos que de unos años a esta parte tengo más bien poco que celebrar. Encima este año se nos fue alguien muy importante en la familia y, sinceramente, ver su asiento vacío en la mesa no hacía sino recordarnos lo mucho que lo echábamos de menos.
Piensa en los buenos ratos que compartisteis juntos.
«...y entonces me pregunté si un recuerdo es algo que tienes o es algo que has perdido para siempre».
Bonita frase. ¿Es tuya?
¡Qué va! Es de Woody Allen. La incluyó en su película Otra mujer, con Gena Rowlands en el papel protagonista. Es una frase preciosa. Me encantó desde la primera vez que la escuché.
Pueden ser ambas cosas.
¿Qué?
Los recuerdos. Pueden ser ambas cosas; algo que tienes y algo que has perdido para siempre. Recordar, de alguna forma, significa mantener vivo ese momento vivido. En tu caso, por ejemplo, recordar a tus seres queridos que ya no están con vosotros es una forma de mantenerlos vivos en tu memoria.
Es extraño.
¿Qué es extraño?
Recordar.
¿Por qué?
Porque, dependiendo de tu estado de ánimo, puede hacerte sonreír o provocarte las lágrimas.
¿Por qué eres tan pesimista, tío?
Es mi naturaleza. Además, el pesimismo es un buen carburante para la creatividad. Las personas felices no necesitan evadirse de la realidad para crear mundos nuevos y diferentes. Ellos se limitan a vivir y a disfrutar de lo que les rodea. Sin embargo nosotros, los pesimistas, necesitamos huir de la realidad porque no nos gusta lo que vemos, y ansiamos cambiarlo todo aunque sea en nuestra imaginación. Si yo fuese alguien feliz no escribiría.
Puede que tengas razón.
Créeme, la tengo.
No te lo discuto. Carezco de la capacidad de crear cosas por mí mismo. ¡Soy un blog, por el amor de Steve Jobs!
Ya.
Pero eso no quita para que te dé la brasa con algún consejo.
¿Qué clase de consejo?
Las fiestas, por muchas ausencias que tengas, por mucha tristeza que te provoquen, son un momento ideal para celebrar.
Celebrar qué.
¡Celebrar que estás vivo! ¿Te parece poco? Y celebrar que estás bien de salud, dentro de lo que cabe...y que en tu caso cabe bastante por lo que veo. ¿Has vuelto a engordar, verdad?
Se come mucho en estas fechas. Mucho y mal.
¿Mal? Joder, cualquiera lo diría viendo la pinta de zampabollos que tienes.
Me refiero a que se come en exceso, y en horas poco recomendables. Tampoco haces una vida normal; interrumpes actividades, duermes más de la cuenta, y pasas más tiempo frente a la tele disfrutando de aquello que más te gusta, como tus series y películas favoritas o conciertos y documentales. Y mientras lo haces, no paras de comer y beber cualquier cosa que pilles. En fin, un desastre.
Oh, sí, ¡qué mal se vive comiendo, bebiendo y durmiendo más de la cuenta!
Luego está lo otro.
¿Lo otro? ¿Qué es «lo otro»?
Mi carrera literaria.
¿Qué pasa con tu carrera literaria?
Pues que no termina de despegar. Llevo veintitantos años metido en esto y aún no he conseguido nada ciertamente relevante.
¡Menudos huevazos los tuyos!
Oye, oye, un respeto.
¿Un respeto? ¡Y una leche!
¿Se puede saber qué mosca te ha picado?
¡Eres un quejica de mierda!
No te pases.
Sí. Me paso. Y lo hago porque no te mereces otra cosa. Además, ya estoy harto de que no seas capaz de ver el lado positivo de las cosas. Deberías estar agradecido por todo lo que has conseguido en estos tres últimos años.
¿Conseguido?
Sí, capullo. Conseguido.
¿Y qué he conseguido? A ver, ilustrame.
Lectores, estúpido. Has conseguido lectores. Cientos de ellos. ¿Crees que no reviso las estadísticas de visitas al blog? Además, por si no te has dado cuenta, en los últimos meses tus visitas se han multiplicado. Sobre todo las procedentes de Estados Unidos. Ignoro la razón, la verdad, pero últimamente Estados Unidos es el país que encabeza el ranking de visitas al blog. Igual allí eres una celebridad sin saberlo, como le ocurrió a Homer Simpson en aquel episodio en el que descubrió por casualidad ser toda una celebridad en Japón debido a que su rostro protagonizaba los envases de una popular marca de detergente japonesa (Mr. Sparkle).
¿Quieres decir que igual mi rostro está presente en las cajas de una popular marca de detergente en Estados Unidos?
Sí. «Pedrín Ultra Clean», no te jode.
No te burles.
Lo intento. Pero es que me lo pones a huevo, tío.
Ya.

Lemmy Kilmister, alma máter de Motörhead, y un gran tipo.

Por cierto, un año ya sin Lemmy. ¿Te lo puedes creer?
¿Conoces a Lemmy?
¿A qué viene esa cara? ¡Pues claro que conozco a Lemmy! ¿Acaso te piensas que soy un blog ignorante?
Me sorprendes.
No sé por qué. Al fin y al cabo fui creado a tu imagen y semejanza.
O sea, que tú también eres un amante de la buena música.
No, si te parece soy un amante del puto reguetón, no te jode.
Celebro que lo veas de la misma manera que yo.
Lo de Lemmy viene a cuento porque el otro día te vi visionando en Youtube el vídeo homenaje que le dedicaron los del festival de Wacken, con Phil Campbell y Mikkey Dee saliendo al escenario y dando las gracias a los fans por tantos y tantos años de leal apoyo a Motörhead.
¿Sabes?, no lo conocí en persona, me refiero a Lemmy, pero llevo escuchando su música desde que era un chaval. Me compré el Overkill con 12 años; fue el tercer disco de mi colección, junto al Flick of the switch de AC/DC y el Lick it up de KISS. Lo tengo casi todo de Motörhead, desde On parole hasta Kiss of death, y es una de esas bandas cuya música siempre me ha acompañado. Por eso me resulta emocionante ver el cariño y el respeto que los fans del grupo en todo el mundo le demuestran a la mínima ocasión. Resulta emocionante comprobar que tu trabajo, aquello por lo que has luchado tanto durante toda tu vida, haya dejado huella en mucha más gente de la que puedas llegar a imaginar jamás. Eso sí que no se paga con dinero. Porque el dinero paga las facturas, es cierto, pero lo otro, el cariño, te alegra el alma.
Bonito discurso. ¿Sabes qué hubiese dicho Lemmy de haberlo leído? ¡Menudo nenaza!
Sí, jajajaja.
Dondequiera que se encuentre a buen seguro que estará tomándose un whisky con Coca-Cola mientras echa unas partiditas en su querida tragaperras.
Por cierto, no quisiera olvidarme de Rick Parfitt. Otro gran músico que se nos fue este año.
Una de las diestras más potentes del rock, sin duda.
Hace unos años los vi tocar en Madrid. Me refiero a Status Quo. Tocaron junto a mis amados Deep Purple y Cheap Trick. Fue un concierto memorable.
Cambiando de tema, ¿en qué andas metido? Porque últimamente apenas te dejas caer por aquí.
Es cierto. Ando un poco liado. He vuelto a retomar el proyecto del tercer volumen de relatos de la Antología del absurdo. Con él cerraré un ciclo.
¿Quieres decir que ya no publicarás más libros de la colección Absurdamente?
Así es. Absurdamente. Antología del absurdo Vol.III será el último de la colección. Palabra. Sólo espero no hacer como George Lucas y sacarme dentro de unos años una precuela de debajo de la manga.
Si lo haces, por favor, no cometas el mismo error que él creando un personaje tan irritante como Jar Jar Binks.
Haré lo que pueda. Aunque no puedo prometer nada. Ya sabes que a los escritores, en ocasiones, algunos de nuestros personajes se nos escapan de las manos. No hay más que verte a ti.
¿Insinúas que soy un personaje que se te ha ido de las manos?
No lo insinúo, lo afirmo. De alguna forma extraña has pasado de ser «algo» a ser «alguien». Apenas ejerzo influencia alguna sobre ti. Haces y dices lo que te viene en gana, incluso haces chistes a mi costa. Y yo te lo permito.
¿Que me lo permites? Oye, oye, menos lobos, Caperucita. ¿Acaso te piensas que soy un muñeco al que puedes manejar a tu antojo? ¿Quieres pelea? ¿Eh? ¿Quieres pelea?
No te enteras de nada. No necesito pelearme contigo. El día que me harte de ti pulsaré el botón de «eliminar blog» y listo. Bye, bye. Sayonara, baby.
¿Es una amenaza?
Es una realidad. Sé que debe ser duro para ti aceptar que las cosas son tal y como te las cuento, pero es lo que hay. Dependes de mí, colega. Y no hay nada que puedas hacer al respecto. Desde el momento en que decida que ya he tenido suficiente acabaré contigo sí o sí. Así de sencillo.
No serás capaz.
¡Pues claro que seré capaz! Además, para que lo sepas, mi vida no gira en torno a ti. Mientras no me falten ideas sobre las que escribir sabré salir adelante, independientemente del medio que utilice para divulgar esas ideas. Incluso podría crear un nuevo blog con otro nombre. Así de fácil. Ya ves, será por medios...
¡Qué cabrón...!
Por cierto, ¿sabes qué?
¡¡¡¿Qué?!!!
Pues que tenías razón; conversar contigo me ha levantado el ánimo. ¿Tú no te notas más animado?
Vete a la mierda.


En fin, amigos, este ha sido un año raro, con muchos altibajos, muchas dudas y algún que otro tropiezo. Pero de todo se aprende; de lo bueno y de lo malo.
He cometido errores. Muchos. Y espero haber aprendido de ellos de cara al futuro. Aún me queda mucho por aprender y corregir.
He pasado por momentos en que he pensado seriamente en tirar la toalla, en cerrar el blog y dejarlo correr. Pero algo en mi interior me decía que no debía hacerlo, que no debía rendirme; no ahora. Aún no.
Me ha costado mucho llegar hasta aquí. Ya va para tres años que empecé con esta aventura del blog; sin tener idea de nada, sin conocer a nadie, metiendo la pata hasta el fondo y aprendiendo de mis errores. Y ahí sigo: en pie. ¿Por cuánto tiempo? Ni idea. Mientras que el cuerpo aguante, supongo.
Como digo, este 2016 ha sido un año raro, duro, difícil. Uno de los malos, sin duda. Espero, confío y deseo que 2017 sea algo mejor.

¡Nos vemos el año que viene!

¡2017, allá vamos...!


Rick Parfitt, guitarrista y miembro fundador de Status Quo. Y un buen tipo, también.



jueves, 15 de diciembre de 2016

MIS REFERENTES: WOODY ALLEN

Woody Allen: un genio.

Hacía tiempo que quería escribir un artículo como este; una especie de tributo a uno de mis maestros.
Lo he confesado en más de una ocasión; incluso lo dejé escrito en una de las piezas incluidas en mi segundo libro de relatos: mi vida cambió el día en que descubrí a Woody Allen.
La primera película suya que vi fue Sueños de un seductor (Play it again, Sam. 1972). Yo tenía entonces diecisiete años.

Portada de "Sueños de un seductor" en su edición española en VHS

Ver aquella película fue para mí toda una revelación. Nunca antes había visto nada ni remotamente parecido. Por fin veía en la pantalla a un personaje con el que me podía identificar al cien por cien: un tipo feo y bajito («Soy casi tan feo y bajito como Humphrey Bogart»), con gruesas gafas de pasta, piel blanca como la nieve («Cuando voy a la playa no me bronceo: me fulmino») neurótico incorregible («Llevo quince años yendo a sesiones de psicoanálisis. Le daré un año más y luego me iré a Lourdes»), torpe, inseguro, pesimista («Me gustaría tener algún tipo de mensaje positivo que dejarles. Pero no lo tengo. ¿Aceptarían dos mensajes negativos?»), y sarcástico, tremendamente sarcástico («El mundo del espectáculo es «perro come perro». Es aún peor que «perro come perro». Es «perro no contesta las llamadas telefónicas del otro perro»).
Enseguida conecté con su humor. Tanto, que hice todo cuanto estuvo en mi mano por hacerme con todas sus películas.
Tuve la gran suerte de vivir una época en que por la televisión ponían buen cine sin apenas cortes publicitarios —entonces sólo había dos canales de televisión en España—, por lo que podías hacerte con una videoteca bastante decente sin tener que gastarte una fortuna.
Por aquellos años había un programa que me encantaba. Se llamaba Cine Club. Aún recuerdo su cabecera, con pequeños cortes de películas en blanco y negro y una música sugerente de fondo.
Gracias a este milagro que llamamos Internet he podido rescatar esa cabecera. Es ésta:


El único problema de Cine Club era que programaban las películas de madrugada; y claro, yo tenía que levantarme temprano para ir al instituto por lo que no podía quedarme hasta las tantas viendo cine, así que programaba el vídeo y grababa las pelis que me interesaban (que eran muchas).
De este modo fue como en unos pocos meses me hice con mi pequeña colección de películas de Woody.
Empecé con Bananas (Bananas, 1971), continué con Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar (Everything you always wanted to know about sex (but you were afraid to ask), 1972), El dormilón (Sleeper, 1973) y Toma el dinero y corre (Take the money and run, 1969), por este orden.
Veía aquellas películas una y otra vez, y cada vez que lo hacía caía en nuevos detalles, en nuevos matices, en golpes  o chistes que se me habían pasado totalmente inadvertidos las primeras veces.
Obviamente, a medida que iba creciendo mi nivel cultural iba aumentando también, por lo que cada vez que volvía a visionar alguna de aquellas joyas entendía cosas que antes sencillamente no pillaba.
Y un día ocurrió que vi la que considero una de sus grandes obras maestras: Manhattan (Manhattan, 1979).

Una de las imágenes más emblemáticas de la historia del cine:
Woody Allen y Diane Keaton en MANHATTAN.

El comienzo de esa cinta es sencillamente soberbio, con el hipnótico Rhapsody in blue de Gershwin de fondo y la voz en off de Allen relatando lo que sería el inicio de una novela, todo ello sobre bellas imágenes en blanco y negro de la ciudad de Manhattan. Te dan ganas de quedarte a vivir ahí eternamente, encerrado en esas preciosas imágenes para siempre.
Como dato curioso acerca de esta película me gustaría destacar que el propio Allen quedó tan decepcionado con el resultado final que incluso pidió a la productora destruir el metraje original y ofrecerles a cambio una nueva película totalmente gratis. Afortunadamente los productores no aceptaron el trato y la película pudo llegar a las salas de todo el mundo a pesar de los ruegos de su creador. Increíble pero cierto.

Como hice constar anteriormente, desde mi óptica personal considero Manhattan una obra maestra absoluta. En ella hay una escena en concreto a la que le tengo un especial afecto. En esa escena, un Woody derrotado por un desengaño amoroso recita a una grabadora su propia lista de «Cosas por las que merece la pena vivir».
Sin duda esa escena es una de las más inspiradoras de la historia del cine. Al menos para mí, pues no pocas veces me he planteado esa misma pregunta. Y, dependiendo de mi estado de ánimo o mi momento vital a la hora de plantearme el cuestionario, habría añadido o eliminado cosas de esa lista. 
Sin embargo, desde que cumplí los veintidós años y comencé a escribir mis propios textos, hay una actividad que jamás eliminaría de esa lista: escribir.
Escribir es, sin duda, una de las mejores cosas a las que uno se puede dedicar en la vida; a pesar de los sinsabores, de las frustraciones, de la lucha constante por sacar lo mejor de ti en cada nueva cosa que escribes, de tener que defender con uñas y dientes cada palmo de terreno conquistado, de tener que enfrentarte al peor de los enemigos posibles: tu propia inseguridad como autor, y de tener que ganarte a pulso cada nuevo lector que sumar a tu causa. A pesar de todo eso, sigo considerando la profesión de escritor el mejor oficio del mundo.

Esto me lleva a hablaros del Allen literario, sin duda una faceta mucho menos conocida del genio de Brooklyn.
Mi primer contacto con el Allen escritor me vino a través de un libro editado por Linda Sunshine y titulado Woody Allen en imágenes y palabras.
En ese libro, Linda Sunshine recopila una serie de extractos de la vasta obra del autor neoyorquino, desde fragmentos de sus guiones cinematográficos hasta monólogos nunca antes presentados en letra impresa. De entre los monólogos digamos «inéditos» yo destacaría Tienen que saber esto de mí (primer monólogo de Allen grabado en marzo de 1964 y editado como «Private life» en disco de vinilo) y su famoso Una vez cacé un alce, de abril de 1965. De este último existe una grabación en Internet extraído de una aparición de Allen en TV. Les recomiendo que, si no lo conocen, lo busquen y lo disfruten. Es hilarante.


El segundo libro de Allen que compré fue Cuentos sin plumas. En este tomo se reúnen en un mismo volumen sus tres libros de relatos Cómo acabar de una vez por todas con la cultura (Getting even, 1971), Sin plumas (Without feathers, 1975) y Perfiles (Side effects, 1980).
Con este segundo libro descubrí la esencia del humor absurdo. Todo lo que sé acerca de escribir humor literario lo aprendí leyendo este libro.
Si me preguntan no sabría responder cuántas veces habré leído ese libro. Pero os aseguro que han sido muchas. Y al igual que me ocurrió en su día con las películas, a cada nueva lectura he ido descubriendo nuevos matices en la manera de escribir de Woody.
Si antes recomendé al cien por cien el anterior libro, éste lo recomiendo al doscientos por cien. Sin dudarlo un segundo.

Afortunadamente de Woody Allen hay bastante material disponible en el terreno exclusivamente literario: biografías más o menos extensas, libros de entrevistas, análisis exhaustivos de sus películas, sus obras de teatro y hasta algunos de sus guiones de cine.
Obviamente yo, como fan, he ido añadiendo algunos de esos libros a mi colección privada. Son libros que releo con relativa frecuencia, ya que me sirven no sólo de inspiración en lo creativo sino también a la hora de plantear mi carrera.

Admito mi incapacidad para mostrar objetividad a la hora de hablar de las personas u obras que admiro. Ser objetivo implica desapasionamiento, y a mí me cuesta horrores restar pasión a lo que me gusta, me divierte o provoca admiración en mí. Así que me van a perdonar que no sea objetivo al hablar de alguien a quien le debo tanto.
He crecido en todos los sentidos viendo el cine de Woody Allen y leyendo su vasta obra, tengo casi todas sus películas —me faltan las últimas—, poseo casi una docena de libros relacionados con él, además de sus obras literarias y hasta dos de sus obras de teatro.
De Allen me gusta «casi» todo. El «casi» tiene que ver con cierta película rodada en España «de cuyo nombre no quiero acordarme».
Por supuesto, de entre la extensa filmografía de un autor tan prolífico como él tengo mis favoritas, que no necesariamente tienen que ser comedias. De hecho, le tengo un cariño especial a September, a pesar de que no hay en ella ni un solo chiste. Eso sí, a cambio se incluye una de las mejores reflexiones que he escuchado en mi vida. En un momento determinado de la película el personaje de la madre, magistralmente interpretado por la actriz Elaine Stritch, declama mientras contempla su rostro en el espejo de su dormitorio: «Envejecer es un infierno. Sobre todo cuando en tu interior te sientes como si tuvieses veintiún años. Todos los hilos que te han sostenido durante toda la vida se van desvaneciendo, uno a uno. Estudias tu rostro en el espejo y te das cuenta de que falta algo. Entonces caes en que lo que falta es tu futuro». Impresionante.
Para finalizar, me gustaría decir que tengo muchos momentos y situaciones de mi vida asociados a ciertas secuencias y películas de Allen, ejemplo perfecto de la influencia que el autor neoyorquino ha ejercido sobre mí.
En definitiva, para mí Woody Allen es como un viejo amigo y mentor que lleva a mi lado desde la adolescencia —la mía, no la suya, aclaro—; un viejo camarada al que recurro de vez en cuando para recordarme, por si alguna vez lo olvido, que alguna vez fui feliz, inmensamente feliz, sentado frente a una pantalla como el personaje que él mismo interpretaba en Sueños de un seductor.
Por todo ello, sólo me resta decir: «Gracias, Woody. Gracias, maestro».




viernes, 9 de diciembre de 2016

MIS LIBROS, A LA VENTA


Soy un escritor autopublicado. Esto quiere decir que no dispongo del respaldo de una gran editorial —ni siquiera de una pequeña editorial—, por lo que yo me lo tengo que currar todo solo.
El escritor autopublicado cuenta con una serie de desventajas con respecto al autor que publica bajo el paraguas de una editorial.
Entre las desventajas que más me afectan a mí personalmente se encuentran dos que considero cruciales.
La primera de ellas tiene que ver con mi presencia en las redes sociales, ya que de mí depende única y exclusivamente que mis libros gocen de una cierta presencia.
No es ningún secreto —porque ya lo he confesado en más de una ocasión— que a mí las redes sociales se me dan francamente mal. Me quitan mucho tiempo y energía que podría emplear en idear nuevas historias y en escribirlas. Además de eso, me agobia sobremanera el hecho de estar constantemente dando la vara con lo bueno que son mis libros (que lo son), e invitar al personal a que compre alguno de ellos.
La otra gran desventaja con la que cuenta un escritor autopublicado es tener que lidiar con la idea generalizada de que autopublicación es sinónimo de baja calidad en el producto ofertado.
Existe una cierta mala fama en torno al escritor autopublicado, y me temo que en algunos casos con razón.
El tener la posibilidad de poder publicar sin pasar por ningún filtro de calidad es un arma de doble filo. Escribir no es juntar letras. Tampoco es contar una historia más o menos coherente sin más, ni llenar folios con ideas, pensamientos u opiniones. Escribir es algo más.
Escribir es darlo todo en cada texto que decidas hacer público; escribir es seducir al lector, intrigarlo, enamorarlo, invitarlo a entrar en tu pequeño universo con intención de retenerlo allí el tiempo suficiente como para que se sienta liberado de la realidad que a muchos tanto nos agobia.
Si consigues hacer eso habrás hecho un buen trabajo.
¿Y cómo se consigue eso? Trabajando tus textos, trabajando de manera compulsiva, obsesiva, casi enfermiza; llevándote tus historias a la cama, dándole vueltas mientras duermes, o mientras comes, o mientras caminas, o mientras escuchas música o ves la tele. Y leyendo. Leyendo a los grandes, y también a los pequeños, leyendo buenos y malos libros; los buenos, para aprender lo que hay que hacer, y los malos para evitar cometer sus mismos errores.
Un escritor lo es las veinticuatro horas del día los siete días de la semana. Un escritor no deja de escribir nunca.
La diferencia entre un buen escritor y un mal escritor no la marcan ni los editores, ni la crítica especializada, ni los eruditos ni académicos de turno; la diferencia entre un buen escritor y un mal escritor la marcan sus lectores.
Ahora bien, todo depende del grado de exigencia que tú, como lector, poseas.
Si eres un lector exigente —como yo— estoy convencido de que no te conformarás con cualquier cosa. Y menos aún si tienes que pagar por ello.
Obviamente no puedo garantizarte que mis libros te vayan a gustar, ni que vayan a cumplir todas tus expectativas. Ningún escritor puede garantizarte eso. Ninguno. Ni siquiera el escritor más vendido del mundo puede garantizar que sus libros puedan gustarle a todos los lectores que decidan acercarse a ellos. Y no pueden porque es imposible gustar a todo el mundo.
Lo que sí puedo garantizarte es que mis libros han sido escritos siguiendo un riguroso y exhaustivo proceso de selección, corrección y maquetación. No hay en ellos nada de lo que pueda avergonzarme.
Por ello, y a fin de disipar cualquier posible duda que podáis tener en torno a la calidad tanto de diseño y maquetación como de ortografía y sintaxis de mi obra, he decidido por primera vez poner a vuestra entera disposición un adelanto totalmente gratuito de unas 30 páginas de cada uno de mis dos libros publicados hasta el momento.
Ambos adelantos están en formato pdf, el cual podréis leer en cualquier dispositivo electrónico, Ipod, Tablet, PC o portátil.
Podéis bajar los archivos a través de los siguientes enlaces:


Las versiones completas de ambos libros están disponibles en las tiendas Amazon tanto en versión impresa como en versión digital, con los siguientes precios dentro del territorio español (para otros países ver la web de Amazon en el país más próximo al tuyo):

Versión en papel 9,00 €
Versión digital      1,99 €


Fotos: Muestras del interior de la edición impresa. 

¿Cómo comprar mis libros?
Muy sencillo: accediendo a la web de Amazon y tecleando en el buscador mi nombre o el de alguno de mis libros.
También puedes acceder directamente mediante el enlace que tienes en el margen derecho de mi blog. Arriba, a la derecha, tienes un botón con la imagen de mis libros. Sitúa el cursor y pincha en la foto; al hacerlo te llevará directamente a la web de Amazon España.


Foto: Mis libros y la máquina de escribir que usaba para escribir mis primeros relatos.

Ahora, si me lo permites, te voy a dar algunas razones por las que comprar alguno de mis libros es una buena opción.

RAZONES POR LAS QUE ES BUENA IDEA COMPRAR CUALQUIERA DE LOS VOLÚMENES DE ABSURDAMENTE Antología del absurdo.

Porque son muy divertidos (si te gusta el humor absurdo, la ironía y la sátira).
Porque su precio es asequible a todos los bolsillos.
Porque te harán pasar horas de agradable lectura y relecturas.
Porque pueden ser un regalo perfecto para estas navidades (para ti o para alguien a quien creas que podría gustarle leer algo como lo que yo escribo).
Porque si eres un habitual de mi blog, o has leído algunas de las historias que he ido publicando regularmente en él, y has disfrutado leyendo, te garantizo que en mis libros encontrarás todo mucho más trabajado y estructurado.
Porque en ambos libros hay historias y piezas nunca antes publicadas en ningún otro lugar (ni siquiera en mi blog), y que nunca lo estarán.
Porque pretendo hacerme multimillonario antes de cumplir los 50, y la mejor manera de hacerlo sin recurrir a la política es vendiendo mis propios libros.
Porque intenté venderle mi alma al diablo, pero tras una exhaustiva evaluación sólo me daba cincuenta pavos por ella, y claro, para eso me la quedo yo.
Porque, parodiando a mis grandes maestros Faemino y Cansado, «para artistas como nosotros, que todo esto lo hacemos por la pasta» es muy importante que nos compréis los libros que escribimos para seguir malviviendo.
Porque sois geniales.
Porque sois espléndidos.
Porque sois cojonudos.
Porque sois grandiosos.
Porque sois maravillosos.
Porque sois generosos.
Porque sí.

En fin, confío en que los avances gratuitos consigan despertar vuestro interés hasta el punto de animaros a adquirir cualquiera de los volúmenes de la colección (o los dos. Total, por pedir que no quede).

Y si por lo que sea no consideráis oportuno comprar ninguno de mis libros, pues oye, no pasa nada, lo importante es tener salud. Así que...