jueves, 15 de diciembre de 2016

MIS REFERENTES: WOODY ALLEN

Woody Allen: un genio.

Hacía tiempo que quería escribir un artículo como este; una especie de tributo a uno de mis maestros.
Lo he confesado en más de una ocasión; incluso lo dejé escrito en una de las piezas incluidas en mi segundo libro de relatos: mi vida cambió el día en que descubrí a Woody Allen.
La primera película suya que vi fue Sueños de un seductor (Play it again, Sam. 1972). Yo tenía entonces diecisiete años.

Portada de "Sueños de un seductor" en su edición española en VHS

Ver aquella película fue para mí toda una revelación. Nunca antes había visto nada ni remotamente parecido. Por fin veía en la pantalla a un personaje con el que me podía identificar al cien por cien: un tipo feo y bajito («Soy casi tan feo y bajito como Humphrey Bogart»), con gruesas gafas de pasta, piel blanca como la nieve («Cuando voy a la playa no me bronceo: me fulmino») neurótico incorregible («Llevo quince años yendo a sesiones de psicoanálisis. Le daré un año más y luego me iré a Lourdes»), torpe, inseguro, pesimista («Me gustaría tener algún tipo de mensaje positivo que dejarles. Pero no lo tengo. ¿Aceptarían dos mensajes negativos?»), y sarcástico, tremendamente sarcástico («El mundo del espectáculo es «perro come perro». Es aún peor que «perro come perro». Es «perro no contesta las llamadas telefónicas del otro perro»).
Enseguida conecté con su humor. Tanto, que hice todo cuanto estuvo en mi mano por hacerme con todas sus películas.
Tuve la gran suerte de vivir una época en que por la televisión ponían buen cine sin apenas cortes publicitarios —entonces sólo había dos canales de televisión en España—, por lo que podías hacerte con una videoteca bastante decente sin tener que gastarte una fortuna.
Por aquellos años había un programa que me encantaba. Se llamaba Cine Club. Aún recuerdo su cabecera, con pequeños cortes de películas en blanco y negro y una música sugerente de fondo.
Gracias a este milagro que llamamos Internet he podido rescatar esa cabecera. Es ésta:


El único problema de Cine Club era que programaban las películas de madrugada; y claro, yo tenía que levantarme temprano para ir al instituto por lo que no podía quedarme hasta las tantas viendo cine, así que programaba el vídeo y grababa las pelis que me interesaban (que eran muchas).
De este modo fue como en unos pocos meses me hice con mi pequeña colección de películas de Woody.
Empecé con Bananas (Bananas, 1971), continué con Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar (Everything you always wanted to know about sex (but you were afraid to ask), 1972), El dormilón (Sleeper, 1973) y Toma el dinero y corre (Take the money and run, 1969), por este orden.
Veía aquellas películas una y otra vez, y cada vez que lo hacía caía en nuevos detalles, en nuevos matices, en golpes  o chistes que se me habían pasado totalmente inadvertidos las primeras veces.
Obviamente, a medida que iba creciendo mi nivel cultural iba aumentando también, por lo que cada vez que volvía a visionar alguna de aquellas joyas entendía cosas que antes sencillamente no pillaba.
Y un día ocurrió que vi la que considero una de sus grandes obras maestras: Manhattan (Manhattan, 1979).

Una de las imágenes más emblemáticas de la historia del cine:
Woody Allen y Diane Keaton en MANHATTAN.

El comienzo de esa cinta es sencillamente soberbio, con el hipnótico Rhapsody in blue de Gershwin de fondo y la voz en off de Allen relatando lo que sería el inicio de una novela, todo ello sobre bellas imágenes en blanco y negro de la ciudad de Manhattan. Te dan ganas de quedarte a vivir ahí eternamente, encerrado en esas preciosas imágenes para siempre.
Como dato curioso acerca de esta película me gustaría destacar que el propio Allen quedó tan decepcionado con el resultado final que incluso pidió a la productora destruir el metraje original y ofrecerles a cambio una nueva película totalmente gratis. Afortunadamente los productores no aceptaron el trato y la película pudo llegar a las salas de todo el mundo a pesar de los ruegos de su creador. Increíble pero cierto.

Como hice constar anteriormente, desde mi óptica personal considero Manhattan una obra maestra absoluta. En ella hay una escena en concreto a la que le tengo un especial afecto. En esa escena, un Woody derrotado por un desengaño amoroso recita a una grabadora su propia lista de «Cosas por las que merece la pena vivir».
Sin duda esa escena es una de las más inspiradoras de la historia del cine. Al menos para mí, pues no pocas veces me he planteado esa misma pregunta. Y, dependiendo de mi estado de ánimo o mi momento vital a la hora de plantearme el cuestionario, habría añadido o eliminado cosas de esa lista. 
Sin embargo, desde que cumplí los veintidós años y comencé a escribir mis propios textos, hay una actividad que jamás eliminaría de esa lista: escribir.
Escribir es, sin duda, una de las mejores cosas a las que uno se puede dedicar en la vida; a pesar de los sinsabores, de las frustraciones, de la lucha constante por sacar lo mejor de ti en cada nueva cosa que escribes, de tener que defender con uñas y dientes cada palmo de terreno conquistado, de tener que enfrentarte al peor de los enemigos posibles: tu propia inseguridad como autor, y de tener que ganarte a pulso cada nuevo lector que sumar a tu causa. A pesar de todo eso, sigo considerando la profesión de escritor el mejor oficio del mundo.

Esto me lleva a hablaros del Allen literario, sin duda una faceta mucho menos conocida del genio de Brooklyn.
Mi primer contacto con el Allen escritor me vino a través de un libro editado por Linda Sunshine y titulado Woody Allen en imágenes y palabras.
En ese libro, Linda Sunshine recopila una serie de extractos de la vasta obra del autor neoyorquino, desde fragmentos de sus guiones cinematográficos hasta monólogos nunca antes presentados en letra impresa. De entre los monólogos digamos «inéditos» yo destacaría Tienen que saber esto de mí (primer monólogo de Allen grabado en marzo de 1964 y editado como «Private life» en disco de vinilo) y su famoso Una vez cacé un alce, de abril de 1965. De este último existe una grabación en Internet extraído de una aparición de Allen en TV. Les recomiendo que, si no lo conocen, lo busquen y lo disfruten. Es hilarante.


El segundo libro de Allen que compré fue Cuentos sin plumas. En este tomo se reúnen en un mismo volumen sus tres libros de relatos Cómo acabar de una vez por todas con la cultura (Getting even, 1971), Sin plumas (Without feathers, 1975) y Perfiles (Side effects, 1980).
Con este segundo libro descubrí la esencia del humor absurdo. Todo lo que sé acerca de escribir humor literario lo aprendí leyendo este libro.
Si me preguntan no sabría responder cuántas veces habré leído ese libro. Pero os aseguro que han sido muchas. Y al igual que me ocurrió en su día con las películas, a cada nueva lectura he ido descubriendo nuevos matices en la manera de escribir de Woody.
Si antes recomendé al cien por cien el anterior libro, éste lo recomiendo al doscientos por cien. Sin dudarlo un segundo.

Afortunadamente de Woody Allen hay bastante material disponible en el terreno exclusivamente literario: biografías más o menos extensas, libros de entrevistas, análisis exhaustivos de sus películas, sus obras de teatro y hasta algunos de sus guiones de cine.
Obviamente yo, como fan, he ido añadiendo algunos de esos libros a mi colección privada. Son libros que releo con relativa frecuencia, ya que me sirven no sólo de inspiración en lo creativo sino también a la hora de plantear mi carrera.

Admito mi incapacidad para mostrar objetividad a la hora de hablar de las personas u obras que admiro. Ser objetivo implica desapasionamiento, y a mí me cuesta horrores restar pasión a lo que me gusta, me divierte o provoca admiración en mí. Así que me van a perdonar que no sea objetivo al hablar de alguien a quien le debo tanto.
He crecido en todos los sentidos viendo el cine de Woody Allen y leyendo su vasta obra, tengo casi todas sus películas —me faltan las últimas—, poseo casi una docena de libros relacionados con él, además de sus obras literarias y hasta dos de sus obras de teatro.
De Allen me gusta «casi» todo. El «casi» tiene que ver con cierta película rodada en España «de cuyo nombre no quiero acordarme».
Por supuesto, de entre la extensa filmografía de un autor tan prolífico como él tengo mis favoritas, que no necesariamente tienen que ser comedias. De hecho, le tengo un cariño especial a September, a pesar de que no hay en ella ni un solo chiste. Eso sí, a cambio se incluye una de las mejores reflexiones que he escuchado en mi vida. En un momento determinado de la película el personaje de la madre, magistralmente interpretado por la actriz Elaine Stritch, declama mientras contempla su rostro en el espejo de su dormitorio: «Envejecer es un infierno. Sobre todo cuando en tu interior te sientes como si tuvieses veintiún años. Todos los hilos que te han sostenido durante toda la vida se van desvaneciendo, uno a uno. Estudias tu rostro en el espejo y te das cuenta de que falta algo. Entonces caes en que lo que falta es tu futuro». Impresionante.
Para finalizar, me gustaría decir que tengo muchos momentos y situaciones de mi vida asociados a ciertas secuencias y películas de Allen, ejemplo perfecto de la influencia que el autor neoyorquino ha ejercido sobre mí.
En definitiva, para mí Woody Allen es como un viejo amigo y mentor que lleva a mi lado desde la adolescencia —la mía, no la suya, aclaro—; un viejo camarada al que recurro de vez en cuando para recordarme, por si alguna vez lo olvido, que alguna vez fui feliz, inmensamente feliz, sentado frente a una pantalla como el personaje que él mismo interpretaba en Sueños de un seductor.
Por todo ello, sólo me resta decir: «Gracias, Woody. Gracias, maestro».




8 comentarios:

  1. Gran post, don Pedro. Yo tuve el libro Cuentos sin plumas, pero cometí 'el error': prestarlo y no recordar a quién. De todas sus películas, si tengo que elegir una escena, sería la del desfile de la banda de música, él con el violonchelo ¡y la silla!, en Toma el dinero y corre. Genial. La última que vi, Misterioso asesinato en Manhattan, me (nos) hizo reír como hacía tiempo que no reía. Me apunto la de Manhattan y ya aprovecho para desearles (incluyo a ese que usted sabe) una Feliz Navidad y un inmejorable 2017, pleno de inspiración y éxitos.
    Un abrazo.

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    1. Saludos, José Florentino. Mala cosa esa de prestar libros (y discos, revistas, cómics, DVD's; en fin, cualquier cosa susceptible de ser coleccionable). Para mi desgracia, yo lo aprendí hace tiempo. Prefiero comprarle a alguien un libro y regalárselo que prestarle alguno de mi colección. Yo también llegué a perder cosas por fiarme demasiado de los demás. Al final, ni recuperé lo que era mío ni seguí con la amistad, por lo que perdí doblemente. Desde entonces ni pido ni presto, aún a riesgo de caer antipático.

      La escena que comentas es una de las más hilarantes de su filmografía. Yo adoro todas las etapas de Allen, desde la primera, claramente orientada hacia el humor absurdo y el chiste visual, hasta la más dramática e intimista ("September", "Annie Hall", "Interiores", "Delitos y faltas", "Días de radio", etc.). Su cine abarca un espectro tan amplio de estilos (a pesar de que haya quien opine que siempre hace la misma película) que me resulta muy difícil decantarme por una u otra etapa. De sus películas me gustan todas las que he visto (excepto esa "de cuyo nombre no quiero acordarme").

      Si te gustó "Misterioso asesinato en Manhattan" (una joya), te encantará "Balas sobre Broadway", "Todos dicen I love you", "Acordes y desacuerdos" o "Granujas de medio pelo", por citar unas pocas posteriores a la que mencionas. Pero claro, ¡qué voy a decir yo si soy un fan! Es como si a ti te preguntasen: "y de Mozart, ¿qué me recomiendas?" :P

      "Manhattan" tiene una fotografía increíble, y como buen melómano que eres seguro que disfrutarás con la banda sonora de Gershwin. Como digo en el post, el principio de esa película es impresionante. Si puedes, échale un vistazo. Ya me contarás qué tal. ; )

      Por cierto, mi blog (al que no le ha sentado nada bien que se haya dirigido a él como "ése"; pero ya lo conoce usted, y sabe cómo se las gasta), también le desea a usted y los suyos una feliz Navidad y un próspero 2017; deseo al que, por supuesto, yo también me sumo.

      Un abrazo, D. José. Y gracias por la visita y el comentario.

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  2. Amigo Pedro, Con respecto a Woody Allen, tenemos en común que es uno de mis cineastas favoritos, he visto todas sus películas y tengo toda la colección en DVD, y que Sueños de un seductor también me vi reflejado, por feo, bajito y, sobre todo, tremendamente patoso con las mujeres.
    De todos los puntos que dices coincidir con él, por lo menos hay uno que (al menos intuyo) que no tenéis en común: él es judío. Lo que ya no me atrevería a afirmar en si eres tan hipocondríaco como él parece ser.
    En fin, creo que has tenido una muy buena influencia en el terreno creativo. Quién sabe si el hijo superará algún día a su padre.
    Y gracias por mencionar su faceta de escritor, que desconocía. Ya he tomado nota de su libro de relatos "cuentos sin plumas", que intentaré adquirir si todavía no ha sido descatalogado.
    Un abrazo.

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    1. Amigo Josep, me vas a permitir que te diga que tienes un gusto exquisito para el cine. Allen forma parte, junto a Stanley Kubrick y Billy Wilder, de mi santísima trinidad de cineastas favoritos. Lo tengo (casi) todo de ellos, y cada cierto tiempo vuelvo a ver alguna de sus genialidades (que no son pocas, afortunadamente).

      Yo de joven también era feo, miope y bastante patoso con las mujeres. En lo único que me diferenciaba de mi admirado Woody era en que yo era bastante alto para mi edad (y no por méritos propios, sino heredado de mi padre).

      Tampoco soy judío. Nací y me educaron en la fe católica; hace muchos, muchos años, en una galaxia muy, muy lejana.

      Tampoco soy hipocondríaco. En eso sí que me considero muy parecido al Allen real. En realidad él no se considera hipocondríaco, sino alarmista. Es decir, si tiene alguna dolencia o siente algún síntoma concreto enseguida se pone en lo peor. Yo, aunque en una escala más moderada, soy parecido.

      El volumen con sus tres libros fue editado por Tusquets Editores en su colección Andanzas. Mi edición es de noviembre de 1995. Sé, porque los he visto, que existen unas ediciones posteriores de los tres libros por separado, también por Tusquets, en su colección Fábula. Son geniales. Si puedes, hazte con ellos. Estoy absolutamente convencido de que los vas a disfrutar. Ya me contarás.

      Un abrazo, amigo Josep. Y gracias.

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    2. Pues tanto un servidor como Amazon hemos sido tan raudos y eficientes, que justo acabo de recibir la edición de Tusquets que incluye sus tres libros. Seguro que disfrutaré de su lectura. Y todo gracias a ti.
      Un abrazo.

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    3. ¡Qué bien, Josep! Estoy absolutamente convencido de que vas a disfrutar de unos relatos excepcionales desde el punto de vista del humor absurdo y la parodia (uno de mis favoritos es "Las memorias de Schmeed"; absolutamente genial).

      Como digo en el post, ese libro me enseñó todo lo que sé acerca de escribir humor literario. De ahí que considere a Woody mi "maestro" en todos los sentidos.

      Un abrazo, amigo.

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  3. Pues coincidimos una vez más en cuanto al maestro.qué voy a decir que tú con tu buen hacer de escritor no hayas dicho ya.
    Un brindis por Woody y por ti.

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    1. Hola, Clara. Como digo en el post no concibo la vida sin pasión, y a mí tanto el cine como la prosa de Woody me apasionan. Además, como valor añadido, es un autor que sabe retratar muy bien la psique femenina. Los personajes femeninos de Woody no son meros floreros al servicio del protagonista de turno; al contrario, en muchas de sus películas son ellas las auténticas protagonistas sobre las que pivotan el resto de personajes. Los personajes femeninos de Woody son un auténtico regalo para las actrices, ya que suelen desplegar un amplio abanico de registros.

      Yo sí que brindo por ti y por tu talento como artista. ¡Qué voz, Dios mío, qué voz! ; )

      Un abrazo, Clara.

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